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The other man: Benditas palomitas

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No hay nada nuevo bajo el sol. Las temáticas en el cine están todas quemadas, todas usadas. Filmadas por activa y por pasiva. Lo novedoso radica, única y exclusivamente, en la manera en que, eso tan manido, se va a contar y en cómo finalmente se cuenta.
Crónica de un engaño no es más que una historia de cuernos. No busquen más, no lo hay. Esta película basada en el relato The other man de Bernhard Schlink (escritor, juez en la Corte Constitucional del Estado Federal de Renania del Norte-Westfalia, es el autor, entre otras de la novela espectacular El lector), se queda en película para pasar un ratito. Sin pena ni gloria. No busquen sumergirse en la psicología de los personajes, en el porqué de una infidelidad escondida durante años, en el porqué de la aparente felicidad. Nada nuevo ¿verdad? Pues eso, nada nuevo. La novela, como suele ocurrir, supera con creces a la película que nació con muchas pretensiones, pero se queda en poquita cosa. Y es que su director Richard Eyre generó muchas expectativas con sus anteriores trabajos (Diario de un escándalo, Iris y Belleza prohibida) pero, entiendo, no siempre se puede estar a la altura y eso es precisamente lo que ocurre con Crónica de una engaño.
En síntesis, el argumento de la película, la antesala de una castaña que prometía y no nos dio nada.
Peter (Liam Neeson), empresario de éxito casado con Lisa (Laura Linney), se entera de que su esposa, le ha sido infiel durante año. Tras perder a su esposa, que es cuando se entera del marrón, empieza a intentar destripar la verdad de la relación de ella con Ralph, un playboy español afincado en Milán (Antonio Banderas). Peter le buscará, lo encontrara y establecerá un poco o nada creíble relación de “amistad” con el amante, todo por conocer esa “verdad”.

La película pretendía estar a medio camino entre el un thriller psicológico y un drama y sinceramente no llega ni a uno ni a otro. Se hace lentísima, inconexa, grandilocuente hasta lo triste. Ni siquiera las escenas de bonitos paisajes (en el Lago Como) y ciudades que van a apareciendo, consiguen que olvidemos que estamos ante una nueva estafa cinematográfica. Los actores se muestran fríos y poco creíbles. Liam Nesson estático hasta el paroxismo. Antonio Banderas sobreactuado. Sólo podríamos salvar de la quema a la esposa (Laura Finney). Sin embargo, los diálogos son previsibles y sin ingenio, la música no viene a cuento de nada y todo parece tan mal hilvanado que da hasta grima. Y es, por todo el conjunto, que Eyre nos deja muy mal enfocados, ante el desolador paisaje, triste y fatalmente retratado, de un matrimonio afincado en la mentira.
En definitiva, una película soporífera. Lo mejor, las palomitas que me comí mientras la veía.

© Del Texto: Anita Noire


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